Por: Andy Hato / @AndyHato
Un año que deja huella en la memoria. El último torneo de Monarcas Morelia en la Liga Mx inició de manera irregular. La primera victoria llegó en la jornada 5, vino un empate contra Xolos, victoria en Ciudad Universitaria, goleada en contra ante Cruz Azul, un triunfo sobre Necaxa y el 13 de marzo la última victoria en el Morelos ante Querétaro. No hubo tiempo para más. Desde ese punto comenzamos con una dinámica de serpientes y escaleras.
Empezamos arriba, con la euforia de un triunfo contundente. Siguiente casilla, serpiente, el torneo se suspende. Reina entonces la incertidumbre que iniciaba con las noticias de un cambio de técnico dejando en Palencia el futuro del equipo. ¡Escalera! Guede sigue rondando por la institución y la esperanza se mantiene. Pero la suerte estaba echada, alea iacta est, como decían los latinos. La casilla marcada con el 2 de junio fue la serpiente que te deja al borde de la derrota absoluta: el equipo se va de la ciudad.
Pero hubo momentos que vistos a la distancia fueron verdaderas escaleras: una afición dolida pero unida en un grito de apoyo, una ciudad que lloraba lágrimas rojiamarillas llamando la atención del medio futbolístico dentro y fuera del país. Morelia es más que una empresa, es un sentimiento y esa es la escalera que nadie nos podrá arrebatar nunca.
Brillaba la esperanza con las leyendas y su promesa de traer de vuelta el fútbol. Aquí se dividen los caminos: hay quien ve como una serpiente la negativa a seguir ese proyecto, hay quien encuentra una escalera en José Luis Higuera y el resto de socios que le acompaña. Pero, al final, el cariño a los colores sigue siendo la constante. La afición sigue respondiendo entusiasmada ante el menor estímulo desde las redes.
Comienza a conformarse el equipo. ¡Escalera! Llega Loeschbor que sabe lo que es derramar lágrimas con esta camiseta. ¡Serpiente! El arquero titular tiene el apellido del director deportivo y despierta las dudas. ¡Escalera! Ya llegan las nuevas camisetas, el renacer de una tradición asoma la cabeza. ¡Serpiente! “¡Están horribles!”, se atreve a decir nuestro compañero Edder Ávila. ¡Escalera! La afición responde a los comentarios negativos volviendo loca a la mensajería que trabajaba con Keuka y agotando antes de terminar el día las playeras disponibles en el Morelos.
Y así hemos navegado en estos días sin fútbol. Vamos en un juego de serpientes y escaleras donde cualquier detalle se magnifica tanto para bien como para mal. Pero conviene saber de dónde venimos. Vale la pena no perder de vista que después de esa serpiente del 2 de junio logramos mantenernos en juego. No en las condiciones deseadas, no con todo lo que nos gustaría, pero todavía jugando y soñando en rojo y amarillo. No es poca cosa. La puñalada fue mortal, pero esta afición vale tanto que sabrá apoyar y construir la escalera de vuelta al sitio que le corresponde por justicia.
El presidente del equipo habla de un compromiso de mantenerse en los primeros cuatro lugares y jugar una final. Es la promesa de una escalera que habrá de irse construyendo peldaño a peldaño. Pero no nos engañemos: seguro que habrá más de una serpiente en el camino. Por eso recordemos que lo importante está en que nos mantenemos sobre un tablero del que bien podríamos haber desaparecido sin remedio. De aquí para adelante lo que toca es construir, aprender, mejorar. Tener todo listo para subir el peldaño final cuando se abra la posibilidad de ascender.
A los demás nos toca entender el proceso. Criticar cuando toque, aplaudir las buenas decisiones y actuaciones, rabiar con las derrotas, alentar cuando se necesite. Es un camino que recorreremos todos. Seguramente seguirá habiendo serpientes y escaleras en lo que queda. Pero, por lo pronto, la casilla marcada con el 14 de agosto es sin duda una escalera que nos pone de nuevo ante ese sueño llamado Atlético Morelia. Una escalera que no podrá ser empañada por una playera que no termine de gustar. Porque, al final de cuentas, será la pasión rojiamarilla la que marque el ritmo de esta historia.
Estamos por conocer al equipo y la pelota está por rodar de nuevo. Hemos de adaptarnos a una realidad inesperada y muchas veces injusta. Esa es la gran lección del 2020 dentro y fuera de la cancha. Pero, si ya nos levantamos de esto, ¿quién nos detendrá en lo que sigue?