COLUMNA INVITADA.
Por: Víctor Ruiz
La afición del Atlético Morelia dejó escapar una oportunidad única en el futbol mexicano. Pocas son las chances en que al aficionado se le da un micrófono para que le exprese al dirigente de su club las opiniones, dudas o inquietudes que tenga. Es algo común en las instituciones sudamericanas, pero no en nuestro balompié.
De José Luis Higuera se dicen muchas cosas, algunas turbias. Es cierto que lo persigue un pasado claroscuro llamado Chivas, pero también hay que ser imparciales cuando se habla de sus aciertos. Abrir las gradas del estadio para tener comunicación directa con el seguidor rojiamarillo no solo fue un gesto de apertura, sino que decidió hacer algo que nunca ocurrió en la historia de Monarcas: mirar al consumidor de frente.
Pero insisto: la oportunidad fue desaprovechada. No más de veinte aficionados fueron los que atendieron el llamado y es una pena porque sé de muchos hinchas que tienen bastantes cosas para decir, pero ya sea por orgullo o apatía, han decidido callarlo.
Entre las preguntas y respuestas, Higuera expresó una percepción: “Los aficionados están dolidos por lo de Monarcas y nos culpan por ello. Somos empáticos, pero nosotros no somos los culpables de lo que sucedió “.
Todos los días abro las redes sociales y me encuentro con publicaciones en las que se rememora los viejos episodios de Monarcas. Ya sea en fotos, videos, frases o recuerdos de Facebook, pero siempre se está en la búsqueda del pasado.
Tal vez, la afición debería comenzar por aceptar que no ha superado el duelo. Que, quizá, sigue estancado en aquello que ya fue, que ya no existe. Reflexionar y darse cuenta que reacciona de manera violenta e incomprensible porque todavía le duele. Los seguidores del Atlético Morelia no le han dado vuelta a la página.
Y, en medio de este dolor, circula la desesperación representada en una exigencia de certificación ante la liga y la Federación Mexicana de Futbol. Como si los sentidos se bloquearan, muchos no entienden que sin validación de socios no se puede dar un segundo paso.
Pero peor aún, algunos, en su ingenuidad, creen que la certificación pondrá al club de nueva cuenta en el máximo circuito. Existe una claridad: mientras los dueños no decidan abrir el ascenso, no hay certificación que valga.
Entre los seguidores persiste un mecanismo de defensa con el que se pretende evitar que los de pantalón largo los vuelvan a traicionar, que de un día para la otra la franquicia se mude y queden en soledad de nuevo.
Se trata de una actitud entendible, pero la negación tampoco atraerá resultados distintos. La periodista Leila Guerriero dice que la realidad es lo que es y no lo que uno quiera. A tres años de la mudanza a Mazatlán, es momento de asimilar y aprender a vivir con una verdad: el Atlético Morelia es un equipo de segunda división.
(FOTO: Tomada del FB del Club Atlético Morelia).