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COLUMNA: NOS GUSTA LA MALA VIDA

Somos necios. Insolentes. Tercos y obstinados. Por voluntad propia escogemos el camino del sufrimiento. Pareciera que nos gusta que nos traten mal y no entendemos nada. Ahí estamos. Nos gusta la mala vida.

El próximo viernes arranca un capítulo más de la Liga Expansión para el Atlético Morelia. Y no importa cuántas veces nos hemos quejado del sistema, del formato, de los dueños, de la Liga, de la directiva… Ahí vamos a estar. Prendidos. Pegados al televisor.

Y es que esto es como una droga. Se volvió adictiva y no te diste cuenta cuando. Y no, no hay anexo, tratamiento, ni cura, para este estupefaciente llamado futbol. A esta dosis de color rojiamarillo.

Lejos de darle seriedad a nuestra propia salud mental, nos gusta perjudicarla y permitirnos someternos al estrés que nos provoca esta pasión. Porque si no es pasión, ¿entonces qué es lo que provoca que estemos allí, una vez más, contando los días para el inicio del torneo?

Quizá la respuesta la tenga la ciencia.

El amor del enamorado y el amor del futbolero pueden ser la misma cosa. O al menos comprender los mismos circuitos cerebrales y neurotransmisores. Lo certificaron investigadores de la Universidad de Coimbra, en Portugal: los sentimientos despertados, el mecanismo de expresión entre una persona enamorada y un apasionado por el fútbol simulan la misma naturaleza.

“El fútbol despierta emociones, a veces irracionales, que cruzan la frontera entre el amor tribal y el fanatismo”, expresó la institución en un comunicado. El estudio comprobó que los circuitos cerebrales que se activan en los aficionados del fútbol son los mismos que en los románticos enamorados.

Miguel Castelo-Branco, uno de los responsables de la investigación junto a Catalina Duarte y Ricardo Cayolla, explicó que ante situaciones de emociones positivas -un gol, una jugada destacada o el resultado final de un partido- se desprenden en el cerebro regiones similares del córtex frontal, en donde se liberan dopamina a modo de recompensa. “Hemos podido comprobar que los sistemas neuronales que se activan son muy semejantes al del amor romántico”, sentenció.

Ahora lo empiezo a entender.

Todo se resume al amor. Y en eso mira que a veces somos románticos incurables, de corazón preciso, loco y enamoradizo. Personas aferradas. Que damos segundas oportunidades y hasta terceras. Y lo comprendo. A veces somos demasiado buenos, pero deberíamos aprender de Kaká, que se entregó al máximo, era el esposo perfecto y aún así lo mandaron al diablo.

Al menos en Morelia nos tocó la mala suerte de estar medio abandonados por ese amor. Decepcionados, dolidos, vivimos la traición.

Y eso es todo un fenómeno. ¿Por qué volvemos de nuevo a caer en este juego? ¿Por qué nos entusiasma comprar el nuevo jersey y venerar una causa que quizá solo nos entregue más decepciones?

Sin haber muchas respuestas. Sin tener certeza de si un día regresaremos a primera, o si tendremos el dinero para comprar una silla en el Club de Toby… aún viniendo de torneos decepcionantes. Ahí vamos a estar. Y es que lo tengo claro, a la afición futbolera en Morelia, nos gusta la mala vida. Estamos dispuestos a entregarnos, sin tener la certeza de sabernos recompensados.

(Por: Marco Malvido / @MarcoMalvido).

La noble afición del ‘Canario’; expectante por el inicio de un nuevo torneo.
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