Pocas sensaciones son más irritantes que la de observar el abuso de una persona sobre otra que no puede defenderse; puesto que atentan contra la integridad y respeto que cualquiera de nosotros merece. Algo similar ocurre, guardadas las diferencias, con la lamentable mudanza de Monarcas Morelia a Mazatlán, Sinaloa.
Grupo Salinas ha decidido acabar de golpe y porrazo con una tradición de casi siete décadas que, además de apasionar a sus miles de seguidores dentro y fuera de nuestras fronteras, forma parte de la cosmovisión del futbol mexicano. Todo a cambio del beneficio económico de unos cuantos y sin dimensionar el daño hacia uno de los emblemas de la región. Por si fuera poco, lo hacen con las tradicionales malas prácticas entre directivos; pues de nuevo llegará otro equipo a Primera División sin haberlo ganado en la cancha.
Monarcas Morelia es más que un equipo de futbol. Representa un motivo de unión para miles de michoacanos y promueve un mensaje de esfuerzo ante la adversidad. De igual forma, es un distintivo para los miles de inmigrantes que dejan la región en búsqueda de un mejor futuro fuera del país. Por si fuera poco, exalta el folclor de una ciudad enigmática (la cual no tengo el gusto de conocer) de la que es famosa su riqueza cultural. Por ende, no es sorpresa que el equipo haya ganado adeptos fuera de la región; por ejemplo, en la Unión Americana (por obvias razones) o incluso en Sudamérica.
Asimismo, la franquicia se ganó a pulso un lugar entre propios y extraños por las hazañas escritas cuando estuvo en cancha. Seas o no fanático del ‘Equipo de la Fuerza’, estoy seguro que has escuchado hablar del gol de ‘escorpión’ de Luis Ángel Landín; la ‘muertinha’ de Joel Huiqui, del paracaidista que aterrizó en pleno juego por el título, del juego de cartas en las gradas del Estadio Morelos y muchos otros episodios que protagonizaron. Algo que muy pocos equipos del futbol mexicano pueden presumir, si no es que ninguno.
Sin embargo, a través de los años el equipo pasó por diferentes dueños, desde el bienamado Nicandro Ortiz hasta la época actual con Ricardo Salinas. Este último, personaje que en sus cerca de 25 años en el futbol con distintos equipos (Atlas, Puebla y Neza) sólo ha cosechado un título de Liga, una Copa MX y una Supercopa, todos con la escuadra de Morelia. En otros términos, un recolector de fracasos en el balompié mexicano.
A pesar de la escasa reciprocidad entre seguidores y equipo, muchos aficionados hicieron una tradición su asistencia cada 15 días al Estadio Morelos y, lejos de apartarse, reafirmaron su identidad con el club. Vínculo que otras instituciones comercializan alrededor del mundo para mejorar sus finanzas como St. Pauli en la Bundesliga 2 o Rayo Vallecano en LaLiga de España, donde los títulos pasan a segundo término ante la identidad con unos colores.
Por tanto, la desaparición de Monarcas no sólo es la puñalada final de Grupo Salinas hacia el fanático rojiamarillo; sino a la identidad del propio michoacano y, por desgracia, a la del propio futbol mexicano. Decisión con la que más de uno cargará por el resto de sus días.
(Por: Gabriel Garduño).